Por Jose Kameneicki (*)

Se dice que ciertos sabios chinos guardan un pequeño fragmento de espejo que es objeto de culto secreto, y que en él habrían quedado perpetuadas las imágenes de los primeros objetos reflejados.

Existe cierta reserva en aceptar esta posibilidad ya que una imagen retenida o fijada sería una fotografía.

Es muy factible que en aquel ínfimo fragmento de cristal sólo sea visible la marca de su rotura, una profunda rajadura astillada que impediría saber si verdaderamente se trata de un espejo.

Los sabios chinos afirman ser los únicos capacitados para ver; ergo, saber.

Entretanto, los racionalistas, los descreídos de siempre, se burlan de ellos a los que llaman, despectivamente, videntes. Opinan que si tal reliquia existiera sería una prueba irrefutable en favor de la Teoría del Big Bang.

Otra postura, un tanto escéptica –más bien, nihilista–, enuncia su pensamiento en tres proposiciones:

A) Nunca hubo espejo.
B) Nunca existió materia alguna con que realizarlo, ya que
C) Nunca hubo mundo.

Sus enunciantes proponen inventar el mundo.

(*) Psicólogo, escritor, periodista y editor