El I Ching y el Pensamiento Chino

Por Verónica Matta (*)

Desde hace muchos años llevo una relación persistente con el I Ching, el gran libro de sabiduría China. Un libro tan antiguo que su origen unos remonta a un mundo mítico en el que una tortuga gigante muestra en su lomo el diagrama del funcionamiento del cosmos. Fu Xi, el destinatario de tal conocimiento, hizo una primera versión que luego fue completada por el Rey Wen, de una Dinastía posterior.
Pero no es el propósito hablarte de su historia, sino del I Ching como la expresión del pensamiento Chino en su más profunda raíz, sus fundamentos. En primer lugar, el pensamiento chino se compone de tres dimensiones, tres fases de una única energía. El Cielo, La Tierra y la dimensión del Hombre, que abarca más que lo humano. En la dimensión del Hombre también están incluidos la naturaleza, los animales y los seres inventados por el humano. Allí, Cielo y tierra Se mezclan en una suerte de alquimia que transmuta las corrientes telúricas y celestes que nos conforman. El I Ching, entonces, es la plasmación de ese influjo que proviene tanto del cielo como de la Tierra; en tanto que las leyes que rigen dichos intercambios son las que dirigen el curso de las mutaciones. Porque el libro de los cambios, así se conoce al I Ching, es de algún modo, el tablero de un ajedrez cósmico en el que las fuerzas del Yin y el yang hacen su juego impredecible sobre una plataforma de reglas fijas.
Quienes jugamos este juego sabemos que el I Ching tiene una dimensión arquetípica; un reservorio de imágenes que pertenecen a la trama del subconsciente colectivo, Y una dimensión misteriosa, que suscita que muchas situaciones de la vida cotidiana emerjan “casualmente” para ser resueltas como parte de nuestra experiencia: eso que Carl Gustav Jung denominó “sincronicidad”. Y definió como: la coincidencia de dos o más eventos que no están relacionados causalmente, pero que tienen un contenido significativo similar o idéntico.
La ductilidad del Ser y el no ser.
Otro aspecto central del pensamiento chino es el modo en que conciben el Ser y el No ser, lo invisible y lo manifestado. Característica que refleja muy bien el emblemático TAO Te King cuando en sus primeros versos dice: “El Ser y el no Ser se crean mutuamente”. Se trata de una dinámica que incluye la existencia y la no existencia de los fenómenos mediante la constante del cambio y la incesante mutación. Porque es el cambio quien transcurre entre el Ser y el no Ser, diluyendo las formas solidificadas con la que el Ser tiene la pretensión de establecerse como “esto o aquello” de manera inmutable. De este modo, el Ser, en la filosofía del Iching, no es lo devenido, lo que resulta de una transformación sino la transformación misma, el cambio en sus distintivas variaciones.
Para el pensamiento Chino, la aceptación del cambio es, quizá, lo que les ha permitido permanecer actualizados y flexibles a los modos occidentales, y al mismo tiempo fiel a su cultura más antigua. Un aprendizaje, que sin duda está inscripto en la sabiduría del IChing en sus primeros dos hexagramas. La energía creativa -del puro yang- que avanza, mientras que la energía ying de la tierra, conserva y nutre. Ambas fuerzas, que en realidad es solo Una, se manifiestan como polaridad para atraerse mutuamente en un cortejo sin fin. El día y la noche, las estaciones, lo fuerte y lo débil son expresiones extremas de la tensión que mueve la rueda de los grandes ciclos. No se trata de una repetición monótona sino de ciclos que conllevan la regeneración entre un estado y otro. En este proceso “la crisis” es un momento central, porque allí se esconde- para quién quiera ver- la oportunidad. Es decir, la gestación de una nueva forma en su estado potencial. Quién puede verlo tiene la llave de la creación a largo plazo. La gran visión que le permite manifestar en la misma dirección que las fuerzas del cosmos.
…Saber leer esta cartografía es el arte del IChing, y por inferencia, la gran habilidad del pensamiento chino, en el que el fin está contenido en su origen del mismo modo que la semilla contiene el árbol y la posibilidad de un ecosistema que lo rodee. Así el Iching, contempla el desarrollo de un acontecimiento observando su origen y su posible curso.
Mi hipótesis es que la famosa paciencia China surge de esta confianza en que las fuerzas- aún invisibles- finalmente se manifestarán de un modo predecible como lo hace un agricultor cuando espera su cosecha. No se trata de determinismo, sino de probabilidades constatadas una y otra vez. Estar presente en el momento justo, es lo que llaman oportunidad, que no es otra cosa que el flujo del cambio deviniendo una transformación. Por lo tanto, conocer la nueva cara de esa transformación es la ventaja que otorga conocer el origen y su desarrollo. Todo está Ahí. En ese mapa que se va desplegando conforme las decisiones humanas van abriendo senderos para que la energía infinita recorra las múltiples variaciones dentro de un número estricto. El ajedrez de las 64 probabilidades combinadas en un juego irrepetible.

(*) Comunicadora. Especialista en I Ching

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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