La Escritura y el Muro
Si los dioses no acceden a esta plegaria, los hombres harán huelga de culto
Texto del Imperio Medio
Por Jose Kameneicki (*)
La relación entre muro y escritura viene de antiguo. Si bien la tradición atribuye a los egipcios como los primeros, se considera a los persas, los padres de la publicidad mural; ellos preferían la letra grande y desdeñaban el papel, e inscribían leyendas en el frente de los grandes edificios, ¡hasta en las montañas!, para que estuvieran a la vista de todos.
El rey Darío mandó esculpir sobre la ladera de una gran montaña la siguiente inscripción: «Yo soy Darío, el Gran Rey, el Rey de los persas, el Rey de las provincias, el hijo de Hystaspes».
Los romanos se apropiaron de la sabiduría persa en sus anónimos paschinos, antecedente directo tanto de los actuales grafitis o grafitos y los lampoons, como así también de las pintadas y afiches de propaganda.
Se decía que los hebreos, en cambio, leen la letra pequeña, por eso se especializaron en el Libro. El hecho de leer lo escrito en la pared era estrictamente para babilonios. En la Biblia aparece mencionado el ya famoso testimonio de escritura mural; se trata de la frase «Mené, mené…», de obvio interpretada como profecía desde la óptica del escriba. Judíos y musulmanes, ambos son reconocidos como «pueblos del Libro».
J. L. Borges desarrolló en un relato la relación entre la construcción de la Gran Muralla y la destrucción de los libros. Para ocultar un único hecho, la conducta reprobable de su madre, Qin Shin Huang, el Primer Emperador concretó ambas desmesuradas empresas. Un lejano eco de aquel procedimiento resuena en el Romance de la caída de la Alhama, cuando Abdala, conocido como Boabdil el Chico, último rey moro de Granada, mata al mensajero y quema la carta que trae la noticia de la toma de la ciudad por los cristianos. Aquí viene a cuenta la opinión de R. W. Emerson: «Todo libro que ha sido echado a la hoguera ilumina el mundo».
«Los italianos, como las mujeres —dice Anthonny Burguess—, buscaban el verdadero sentido detrás de las palabras dichas o escritas. No escribían cartas porque decían que las cartas son algo sin rostro.»
El Muro se titula una famosa obra de Sartre, un poema de Conrado Nalé Roxlo referido al «doble», asociado al tema de lo siniestro; y también. Alejandra Pizarnik, quien se negaba a llamar pared a la rígida construcción vertical de material donde colgaba sus poemas para contemplarlos a modo de cuadros, lo llamaba el muro.
Si bien el sitio de Clave China no es comparable con la extensión a la Gran Muralla, se concibe como un inmenso muro donde se difunde la milenaria cultura china por medio de una pluralidad de voces del denominado Sur Global.
(*) Psicólogo, Escritor, Periodista, Editor.
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¿Qué es el «SUR GLOBAL»?