La renuncia del General Giáp: Aporte a los liderazgos fuera de tiempo

Voy a contar una historia que a su vez me contaron y que para mí,- sin importar si es cierta o no-  tiene la verdad y la belleza de una leyenda: me refiero al General Giáp, cuyo nombre biográfico es Võ Nguyên Giáp.

Fue el máximo jefe militar de dos guerras anticoloniales del siglo XX: Indochina y Vietnam.  Pero lo que lo hizo famoso es la derrota que le infligió  al ejército de EEUU gracias  a su talento militar y a la férrea voluntad del pueblo vietnamita. Sin embargo  la simpatía internacional fue una pieza estratégica que tuvo como aliado inestimable a los jóvenes pacifistas norteamericanos, y de todo el mundo.

…Cuentan que la guerra había terminado y que la Vietnam liberada se disponía a reconstruir una nación, devastada por la guerra pero con el entusiasmo de una paz largamente esperada. El General Giáp era el héroe indiscutible, una figura que creció de boca en boca con historias cercanas a la ficción. Sus adeptos con efusión lo consideraban una figura irremplazable para los desafíos que les esperaban. Y así lo expresaron dándole innumerables medallas. Querían que ocupara el más alto cargo: ¿Quién más podía cosechar el árbol sino el que estuvo desde la siembra?

Giáp no respondió en el momento. Sabía que una decisión de tamaña responsabilidad no se toma a la ligera. Su secreto, el que le permitió diseñar cada batalla y aprender de sus derrotas fue la consecuente armonización con las fuerzas del TAO.

El General Giáp, un hombre educado a la antigua, había abrevado en los clásicos de China y de oriente. El arte de la guerra de SUN TZU había sido un apoya cabeza en más de una noche de insomnio. Pero sobre todo el I Ching, ese antiguo libro de las leyes del cambio,  lo guió  en los avances y retrocesos, en las esperas y ofensivas a lo largo de lo que él llamo la “estrategia de guerra popular y prolongada”.

Según cuenta la leyenda, el General consultó el I Ching con los rituales apropiados: las 50 varillas de milenrama se desplegaron de los viejos dedos al paño amarillo, dando lugar a un hexagrama irrevocable que para él, disciplinado militar, tenía la fuerza de un designio divino, aún cuando presumo que se sentía tentado. Sino ¿por qué realizo la consulta?

… Se presento ante sus adeptos, y camaradas con la determinación que sus años de General habían reforzado. Mi respuesta es No. Renuncio a cualquier cargo: mi tiempo ya paso. Comienza el de ustedes.

Cuando me contaron la historia, lo primero que pensé fue ¿Cuál habrá sido ese hexagrama? Todavía no lo sé. Pero de una cosa estoy segura y es que tuvo una mutación en la última línea; la del sabio que se retira con honores pero sabiendo que su experiencia, aún sin destilar, no sirve para las nuevas generaciones hasta que no maduren- como decía la parábola- en un Odre nuevo.

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