Los zapatos de José Luis
Por José Kameniecki (*)
En octubre de 2023 tuve el honor de haber sido invitado en representación de la Argentina, a través de la UTPBA (Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires), junto a la compañera Lidia Fagale, para participar en China en la Plataforma de Periodistas de la Franja y la Ruta de la Seda junto a delegaciones de colegas de diversos países.
Más allá de las intensas actividades, todas muy trascendentes, y las excursiones espectaculares (nos llevaron a conocer La Gran Muralla, Los Guerreros de Terracota, el Palacio de Primavera, entre otras tantas maravillas), tuve la fortuna de poder entablar lazos fraternos con las valiosas personas del contingente, de América, África, Asia y Europa, con las que compartimos una experiencia rica y estimulante. Disfrutamos de la cordialidad, de la excelente atención y de la buena voluntad por parte de los anfitriones, de un personal siempre atento y dispuesto a colaborar hasta en el detalle mínimo. Los empleados de los hoteles, provistos de traductores en los celulares, procuraban verter al chino nuestros requerimientos y, cuando les resultaba difícil, tanto ellos como nosotros apelábamos al lenguaje universal de los gestos.
Pero por razones de idioma y de afinidad cultural se conformó un pequeño grupo integrado por colegas de América Latina (Argentina, México, Brasil y Puerto Rico), coordinado por Felipe, profesor chino de español, asistido por sus amables alumnas y colaboradores, quien estuvo a cargo de nosotros en todas las actividades. En estas circunstancias conocí al periodista mexicano José Luis Uribe Ortega con quien simpatizamos de inmediato, forjamos una muy linda amistad que se fortaleció con el tiempo y, gracias a la confianza que se dio en forma espontánea, me reveló un secreto que hoy hago público. A él quiero dedicarle estas líneas.
Pero antes deseo relevar que la historia de la literatura atesora variados capítulos sobre el protagonismo del calzado. En una antología ideal que todavía no fue escrita se destacarían Las botas de las 7 leguas, del ogro del cuento de Pulgarcito, el zapatito de cristal de La Cenicienta, El gato con botas, los tres de Charles Perrault, Las zapatillas rojas de Hans Christian Andersen, los escarpines rojos de El mago de Oz y Las babuchas fatídicas de Abu-Kássim Et-Tamburi, de Las 1001 noches.
Todos estos relatos clásicos y universales ponen de manifiesto la importancia del calzado en la historia, y considero que, para hacer justicia, resultaría necesario e imprescindible que se las incluyera en esta nómina, además de realizar una apología de este aspecto trascendental de mi entrañable amigo.
Contra todo lo que se puede esperar del sistema capitalista, basado en la producción, el consumo, el problema de los residuos y su reciclaje, donde las mercancías tienen una fecha de vencimiento, tanto debido a los caprichos de la moda como a que las manufacturas tienden a deteriorarse en poco tiempo para ser sustituidas por otras, resulta curioso y elocuente que los zapatos de José Luis hayan perdurado casi sin mella durante varios años. Es más, no solo que le resultan tan cómodos que jamás viaja sin ellos y, gracias a su confortable uso, le han permitido caminar las calles de diferentes ciudades del mundo y así elaborar sus excelentes artículos periodísticos sin perderse detalles del recorrido. Como dice un proverbio chino: “Si deseas obtener información sobre el camino que tienes por delante, pregúntales a los que regresan”. A diferencia de lo que ocurre en general con los objetos de consumo, que una vez adquiridos producen cierta desilusión, vaya uno a saber el o los motivos por los cuales estos zapatos hayan resistido en el tiempo casi sin signos de deterioro y continúan manteniendo satisfecho a su usuario.
Fabricados en su México natal y, a pesar de que su mujer insiste en que ya debería deshacerse de ellos, José Luis considera que no piensa reemplazarlos jamás, pues son una imprescindible herramienta para su profesión. Así, se las ingenia por cubrirlos con la parte inferior de la pierna del pantalón, apenas un poquito más larga que lo usual, y ocultarlos de la vista del prójimo con la intención de que pasen desapercibidos. Pienso, aunque no lo pude constatar, que en ocasiones no se descalza ni siquiera para dormir, como principio de ejercer el periodismo “con las botas puestas”. Testimonio de la importancia de los zapatos del periodista mexicano se manifiesta en la calidad de sus artículos y sus crónicas, en especial las escritas en sus siete viajes a China. En pocos días hará su octava visita enfundados los pies en estas dos piezas maravillosas.
Si bien es un modelo que ha dejado de fabricarse hace tiempo, José Luis apuesta a la comodidad y soslaya la moda. Hoy, el consejo de un quiropráctico pone en peligro la continuidad de los zapatos de José Luis, quien considera que el desgaste de los mismos perjudica la salud de su columna vertebral. Es de esperar que mi amigo lo desobedezca y postergue el final al menos por algunos años más.
Estos objetos enantiomorfos, es decir, que están formados por las partes dispuestas en orden inverso como si fuera una imagen reflejada en un espejo, al igual que los guantes, que parecen eternos, ahora están listos para recorrer regiones de China jamás hollados por sus pies.
Propongo una diferente perspectiva para enfocar al ser humano. Estamos acostumbrados a que a las personas se las identifique por el rostro o por la calidad de sus obras, pero así se cae en el error de exhibir lo más alto y evitar mostrar el fundamento. Cabe recordar que Foucault pensaba que “el poder se sostiene de abajo”. De esta forma se olvida de la base de la personalidad, de aquello que la sostiene, su apoyo, sus cimientos, el Grund de los filósofos alemanes, lo cual considero un despropósito. Como se sabe, la palabra “persona” proviene del teatro griego clásico, deriva de un vocablo etrusco que significa “máscara parlante”. Las utilizaban los actores del teatro griego para representar diferentes papeles. Este significado en cuanto a “representante” se mantiene aún hoy en el Derecho. ¿Acaso los zapatos no serían una especie de máscara de los pies? ¿una máscara silenciosa, no parlante, donde se sostiene el auténtico edificio del ser, aquel que puede expresarse con sonidos de un lenguaje sordo que revelan y ocultan a la vez tanto el sentido como la significación? Y dadas las características del calzado de José Luis, no cabría duda que su intención de confort, de comodidad, es decir, de pleno bienestar, representan la naturaleza, la esencia de José Luis, quien, con la intención de aguzar sus sentidos para así poder transmutarlos en profundos artículos periodísticos realiza sus caminatas tal como aconsejaba Aristóteles con su método de enseñanza peripatético. En el interior de nuestro amigo parece producirse una conexión neurológica entre los ojos, el cerebro y los pies, razón por la cual resulta imprescindible que esos zapatos prodigiosos merezcan ocupar un lugar privilegiado en aquella antología literaria aún inédita universal del calzado.
El amigo José Luis lleva dos apellidos hispanos. Uribe significa orífice, es decir orfebre, por lo cual debe suponerse que alguno de sus antepasados ejercía ese oficio. En José Luis prevalece la herencia de aquel oficio a través de la calidad y la belleza de su escritura. Con respecto a su segundo apellido, Ortega, existen diferentes versiones etimológicas. La más común la hace derivar de ortiga, lo que supone que sus antepasados provenían de un lugar donde abundaban esas plantas. Otros etimólogos consideran que proviene del nombre latino Ortún o Fortún, que significa afortunado, coincidente con la calidad de su vida. Para otros, se trata de un apellido vasco que significa “Junto a la piedra”. Se sabe que el primer Ortega llegó a México con Hernán Cortés como paje, para luego ser nombrado como el primer alcalde mayor de la ciudad de Tenochtitlán conquistada a los aztecas y rebautizada como México. Valen estas consideraciones, aunque participo de la idea de que la etimología pertenece a la literatura fantástica.
En mi viaje a China, por el momento el primero, conocí a una gran persona que se convirtió en entrañable amigo. Nuestro encuentro fue algo especial, hermesiano. Llamaban los griegos así, según Lessing, a todo aquello con que se topaban por casualidad en un camino, al encuentro azaroso en una encrucijada, pues para ellos Hermes era el dios de los caminos y de los encuentros fortuitos, sin embargo, fatales, es decir, que se convertían en trascendentales, determinaban un antes y un después. Es lo que me ocurrió, nos ocurrió, en China, nuestra amistad ha crecido desde entonces y se ha intensificado.
En el transcurso de un año he conocido la historia peregrina de José Luis gracias a unas entrevistas realizadas por un periodista mexicano. He relevado sus zapatos como un símbolo que sintetiza su existencia a escala mayor. Porque a partir de conocer la historia de los zapatos de José Luis, que fue una confidencia, comenzó una relación afectiva intensa, que me ha servido como excusa para escribir sobre su persona, una manera de tenerlo cerca a pesar de la distancia, y divertirme con su complicidad para jugar como niños, a sabiendas que valorar este aspecto nos mantiene jóvenes y nos permite enfrentar el mundo de manera lúdica y sin perder lo esencial: nuestra capacidad de asombro.
(*) Psicólogo, escritor, periodista y editor.
ACLARACIÓN: Este cuento que combina ficción y realidad son trazos que se escribieron en el marco de la experiencia compartida en el Foro 2024, realizado en Beijing , convocado por la Plataforma de Periodistas del Belt and Road. La amistad que siempre nos propone China se consolido con humor y simpatía con mi ya amigo Jose Luis Ortega Uribe de México, donde sus particulares zapatos son el verdadero paradigma de un viajero incansable por tierras lejanas, a las que describe con una pluma maravillosa.
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