WILFREDO LAM, un maravilloso artista plástico
Por José Ezequiel Kameniecki (*)
Desde niño las imágenes de las obras de Lam despertaron en mí la pasión por el arte. Esa experiencia temprana me llevó a leer, investigar y visitar diferentes museos donde pude disfrutar de las creaciones de los grandes maestros.
Cuando estaba por cumplir los 11 años, mi madre decidió prohibir mi pasatiempo preferido. Lo que más me gustaba en ese entonces era jugar a la pelota, al fútbol, con los niños vecinos de la cuadra los sábados por la mañana. Entonces vivíamos en la calle Cucha Cucha en el barrio La Paternal de la ciudad de Buenos Aires, en una cuadra tranquila donde casi no pasaban autos. El espacio para el juego incluía la acera, ya que los arcos, que ocupaban el espacio de la vereda entre un árbol y la pared del frente de las casas, estaban cruzados, a los dos lados de la calle. Por esa razón nos veíamos obligados a detener el partido cuando en forma ocasional pasaba un automóvil para continuarlo luego. pero algunas veces la pelota de goma, que comprábamos entre todos los chicos, resultaba aplastada por las ruedas del vehículo lo que le daba fin al encuentro.
Mi madre me inscribió en el taller de arte de la profesora Luisa Reisner. Allí me encontré con niños de diferentes edades de un nivel cultural mucho más alto del de mis camaradas de juego. La artista, años más tarde me enteré que era una reconocida grabadora, había creado un “taller de libre expresión”, método que consistía en presentarles y facilitarles a los alumnos los materiales necesarios para poder incursionar en las diferentes técnicas de las artes visuales tradicionales: dibujo, pintura, talla, escultura, collage, grabado, aguafuerte, cerámica, etc. Luisa buscaba que cada alumno aprendiera a través de la propia experiencia, los guiaba, pero sin darle indicaciones técnicas. Dada mi incapacidad para las actividades manuales, no me daba mañana para dibujar ni para pintar, menos aún para las demás técnicas, pero lo que sí me interesaba, y mucho, era la Historia del arte. Durante la última parte de la clase servían un refrigerio y pasaban diapositivas a partir de las cuales la profesora nos explicaba los distintos movimientos artísticos y los creadores principales de cada período.
Fueron tantas las enseñanzas que me han marcado en el taller de Luisa –y resulta paradójico haberlas aprendido en un taller basado en la no enseñanza– que quiero destacar una en especial: apreciar una obra de arte por la sensación que nos produce y no guiarnos por la interpretación de los críticos, coincidente con lo que muchos años después confirmé en la obra de Susan Sontag (1). Pienso que frente a la obra de arte la palabra enmudece y la sensación de plenitud visceral provoca el acontecimiento. Los antiguos griegos llamaban estético a un conocimiento diferente al logos basado en la sensualidad, es decir, proporcionado por los sentidos. El cristianismo, enemigo de todo lo sensual, cambió el significado de la palabra para transformarla en el vocablo “estética”, (del griego αισθητικός, aisthetikós, «susceptible a ser percibido por los sentidos» y este de αισθάνεσθαι, aisthánesthai, «percibir») como la rama de la filosofía que estudia la esencia y la percepción de la belleza y el arte.
En una de esas clases proyectó diapositivas de algunos cuadros de Lam. Quedé maravillado tanto por las obras como por su biografía. Recuerdo sobre todo “La jungla”. Desde la primera vez que vi la fotografía de ese cuadro en el taller de Luisa la imagen se incorporó a mis sueños en forma recurrente, se adhirió a mis pupilas y desde entonces me acompaña durante la noche en mis sueños. Es que ante la obra de Lam me siento el espectador de una experiencia única, donde las imágenes irrepetibles, imborrables, contundentes, producto del sincretismo y de la maestría, proyectan en mi interior el abanico de colores del arco iris en todo su esplendor para brindarme una sensación de plenitud a través de sus caricias.
En mis visitas a los museos donde se exhiben obras de Lam, me detengo para observarlas un tiempo mayor al que dedico a los demás artistas y así poder degustarlas. En esos momentos afloran los recuerdos de cuando de niño, en el taller de Luisa, descubrí el tesoro de las artes visuales.
Soy un agradecido de las personas que me nutrieron, a la mayoría de las cuales sólo conocí a través de su obra. Lam ocupa un lugar relevante.
Antes de pasar a una síntesis biográfica de Wilfredo Lam, incluiré en este artículo un cuento que escribí inspirado en la obra de este artista que fue publicado en diferentes medios (2).
EL CICLO ETERNO DEL ARCO IRIS
Bebo café y el sorbo atraviesa mi garganta.
A pesar del calor me refresca, y sigo tomando café.
Dicen que tomando café uno se vuelve negro…
Pero lo fui, cuando trabajaba esclavizado en las plantaciones de banana en el Brasil, bajo el sol ardiente. Me decían que comiendo bananas me volvería amarillo…
Pero también fui amarillo. Custodiaba al Gran Emperador al que frecuentaba en forma permanente, aunque jamás conocí su rostro. Tomaba té de rosas y me decían que me volvería rojo…
Pero ya fui pelirroja; sobresalía del resto de la tribu por mi cara pintada con hermosos colores: era el hechicero. Mascaba un polvo blanco que sabía robarle a cierta planta que me producía visiones infalibles.
Me decían que me volvería blanco…
Pero ya soy blanco y sigo tomando café, para seguir el ciclo eterno del arco iris.
Wilfredo Lam fue uno de los artistas plásticos más destacados y originales del siglo XX. Nacido en Cuba en 1902, hijo de Lam-Yam, un chino oriundo de Cantón que emigró a América alrededor de 1860, y de Ana Serafina Castilla, una mestiza de españoles y africanos. Lam se nutrió de este variado mosaico étnico para plasmarlo en su obra y renovar el arte, al introducir las tradiciones negra y china presentes en la cultura cubana, el surrealismo, el cubismo, la religión afrocubana, lo caribeño y el arte de Oceanía.
Nació en un barrio humilde de Sagua la Grande, Villa Clara, Cuba, el 8 de diciembre de 1902. En 1916 Wilfredo y parte de su familia se trasladan a La Habana. Estudió pintura y escultura. En 1923 obtuvo una beca para estudiar en Europa. En España se puso en contacto con las ideas de los movimientos artísticos de vanguardia, en especial con el surrealismo.
En 1931 fallecen de tuberculosis Eva (Sebastiana Piriz), su primera esposa, y su hijo Wilfredo Víctor. Presa de una profunda tristeza realiza una serie de obras de madres e hijos.
En 1936 se alista como voluntario en el ejército de la República para luchar contra las tropas rebeldes de Francisco Franco en el marco de la Guerra Civil Española. Allí lo nombran encargado de una fábrica de municiones y se dedica a dibujar carteles antifascistas. De ese entonces data su cuadro La Guerra Civil, que refleja la violencia de los enfrentamientos.
En 1938 viaja a Francia donde conoce a Helena Holzer, quien en 1944 será su segunda mujer. Visita a Picasso en su estudio de Grands-Augustins en Paris con quien entabla una gran amistad, fascinado por la obra del cubano, lo llama “primo”. Entusiasma a Picasso con las máscaras primitivas del arte africano y el arte primitivo, temas que se verán más tarde plasmados en la obra del español. Así, pasa a formar parte del grupo del gran maestro, quien le presenta a otros pintores, poetas y críticos de arte: Miró, Tzara, Braque, Matisse, Eluard… Realiza su primera exposición en París en la Galería Pierre.
Meses después se traslada a México, se aloja en la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera. Regresa a Paris. Meses antes de que los nazis llegaran a Paris, se traslada a Burdeos y luego a Marsella. Allí, varios amigos surrealistas conforman el grupo liderado por André Breton que se reúnen en la Quinta Air-Bel. Allí conoce, entre otros, a Benjamín Péret, René Char y Max Ernst. Realiza una serie de tintas, técnica que desarrollará más tarde cuando regrese a su Cuba natal entre 1941 y 1947.
La Segunda Guerra Mundial lo encuentra en el Caribe, donde frecuenta a André Masson, Claude Lévi-Strauss y André Breton, los tres exiliados a causa del nazismo. En 1941 Lam ilustra con seis dibujos el poema de este último titulado Fata Morgana, obra censurada por el gobierno de Vichy. Ese mismo año se embarca junto con otros 300 artistas e intelectuales, entre los que se encuentran André Bretón y Claude Lévy-Strauss, rumbo a Martinica, que son detenidos a su llegada en Tres-Islas. Regresa a Cuba apenas liberado después de estar ausente casi dos décadas. Allí, su hermana Eloísa lo introduce en los rituales del culto afrocubano. A partir de entonces comienza la etapa más fructífera de su carrera. También se interesa en las teorías de Carl Jung. En1942, su año más productivo, pinta más de cien telas donde se afirma su sello personal. De ese año es su magistral obra “La jungla” (3), que la exhibirá por primera vez en los Estados Unidos.
En 1946 viaja a Haití con Helena. Allí participa en ceremonias vudús junto a André Breton y Pierre Mabille. Realiza viajes al Mato Grosso de Brasil, a Colombia y Venezuela. A partir de ese entonces su vida transcurre entre La Habana, Paris y N. York, donde frecuenta a artistas de vanguardia tales como Duchamp.
El arte de Oceanía se incorpora a su obra en 1947, que combina con motivos africanos y esotéricos. Su obra sincrética es muy valorada y realiza exposiciones en Francia, Haití, Estados Unidos, México, Checoeslovaquia, Suecia, Cuba, Inglaterra y la Unión Soviética.
En 1952 se instala en Paris y se divorcia de Helena. En 1960 se casa con Lou Laurin, una artista sueca a quien conoció 5 años antes, con quien tiene tres hijos. Recibe varios prestigiosos premios internacionales. En 1954 expone en Albissola Mare, Italia, donde vivirá allí y en Paris en forma alternada, época en que se interesa por el grabado. Fallece en la Ciudad Luz el 11 de septiembre de 1982.
En 1983 se funda en Cuba el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam cuyo objetivo principal es investigar y promover las artes visuales contemporáneas de África, Oriente Medio, Asia, América Latina y el Caribe, y la obra de Wifredo Lam. La institución organiza la Bienal de La Habana.
- Contra la interpretación y otros ensayos. Debolsillo, col. Contemporánea, 2ª ed., B. Aires, 2012.
- Publicado en el Boletín Literario Los Creadores (Buenos Aires. 1991), en el Suplemento Cultural del Diario La Prensa (Buenos Aires, 12/6/1994), en Cafetín de Buenos Aires (Año 1, Nº 5, Buenos Aires 15/2/1996), en Francachela, Revista Internacional de Cultura, Año 2, Nº 6. Coyhaique, Chile, Segundo trimestre de 1997), en la Revista El Muro (Año 1, Nº 3. Buenos Aires, noviembre de 1997) y Suplemento Artes y Letras del Diario La Noticia, Managua (Nicaragua), sábado 23 de marzo de 2002.
- La obra fue adquirida por el Museum of Modern art (MoMA) de N. York.
(*) José Ezequiel Kameniecki nació en Buenos Aires. Es psicólogo y escritor. Autor de cuentos, novelas y ensayos de Psicología, Filosofía y Literatura. Ejerció la docencia universitaria y realizó investigaciones en temáticas de su especialidad. Fue director de revistas culturales y de un sello editorial.
Lee más sobre nuestras noticias o encontranos en nuestras redes
Comments (1)
Muy interesante, gracias!